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Nov 2013 

El alcohol: Un pésimo copiloto para conducir

Según el último informe de siniestralidad vial realizado por la Dirección General de Tráfico, el hábito de conducir después de haber consumido alcohol u otras sustancias psicoactivas continúa estando presente entre los conductores españoles. Se estima que aproximadamente el 17% de los conductores se pone al volante después de haber tomado alcohol, una práctica que causa no pocos accidentes y que sin duda contribuye a elevar el precio de los seguros de moto y de coche.

Otro informe, esta vez realizado por el el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencia Forense, nos desvela la faceta más dramática de este problema al asegurar que el año pasado casi la mitad de las personas que fallecieron en las carreteras habían ingerido alcohol combinado. Lo más alarmante es que se trata de una tendencia en alza que se viene experimentando desde hace cinco años. Basta pensar que en 2008 esta cifra se limitaba al 40% de los casos mortales y en 2012 ha llegado al 47,32%.

¿Por qué el alcohol es tan mal consejero en la carretera?

El alcohol es una droga legal pero, como droga al fin y al cabo, produce diferentes alteraciones en nuestro sistema nervioso. En un primer momento causa tan solo una leve alteración de los sentidos, después provoca un estado de exaltación que no es precisamente muy seguro para conducir y, por último, provoca problemas de coordinación, visión borrosa y una somnolencia extrema.

Cuando el alcohol llega al torrente sanguíneo (un proceso que puede demorar entre 30 minutos y 1 hora en dependencia de la persona), disminuye la cantidad de azúcar en sangre y eso genera una sensación de cansancio. Por otra parte, el alcohol también tiene un efecto diurético por lo que si no nos mantenemos hidratados, no solo sobrevendrá el conocido dolor de cabeza sino también la fatiga.

Como el alcohol también altera la acción de los neurotransmisores, nuestros reflejos disminuyen, nuestra percepción se distorsiona y nuestra capacidad para concentrarnos se ve profundamente afectada. En una segunda fase podemos experimentar una sensación de euforia que nos lleva a asumir comportamientos poco seguros al volante, como aumentar excesivamente la velocidad o realizar maniobras temerarias. Esto se debe a que el alcohol afecta intensamente nuestros lóbulos frontales, que es la zona donde se ubica el autocontrol.

Finalmente, en la tercera fase, cuando tenemos entre 1,5 y 3 gr/l de sangre, aparece la confusión mental, una profunda somnolencia y la coordinación motora deja mucho que desear. En este punto las probabilidades de que el conductor tenga un accidente son casi del 90%.

La tasa de alcoholemia permitida por la ley

En España no se puede circular con una tasa de alcohol en sangre superior a 0,5 gr/l y, en el caso de los conductores noveles y profesionales, esta cifra desciende a los 0,3 gr/l. Sin embargo, según un sondeo realizado por la Unión Europea, solo el 6% de los españoles sabe cuál es el índice de alcoholemia permitido por la ley. Para que se tenga una idea, un hombre de 70 kilos puede llegar a 0,5 gr/l de sangre simplemente con dos latas de cerveza o dos vasos y medio de vino. Por tanto, si vas a beber, no conduzcas. Así todos estaremos más seguros.

Referencias:
(2012) Víctimas mortales en accidentes de tráfico. En: Instituto Nacional de Toxicología y Ciencia Forense.